LA JOYA DE LA CORONA

 

LA JOYA DE LA CORONA

Aprovechó el momento, subió despacio, cruzó la pasarela hasta el final, y accedió a la pequeña bajocubierta que el caprichoso diseño creó. Estaba solo, era el primero, sacó del bolsillo de su uniforme de gala el viejo móvil de dos años, lo encendió, puso su pin, y esperó. Aún no estaban lo suficientemente cerca, y no había ni una mísera raya de cobertura que le permitiera llamar.

Resignado, de esa manera que solo pueden soportar los hombres de mar, volvió a poner el móvil en su bolsillo y miró al horizonte; un horizonte donde ya se divisaba su tierra, esa que no ha vuelto a pisar desde el entierro. Su padre nunca entendió como pudo optar por esta profesión. Quizás, solo quizás, ahora estaría orgulloso de que su hijo fuese Capitán de Fragata y, en la práctica, segundo comandante del buque más avanzado de la Armada de nuestro país, el más joven en lograrlo en la historia.

Desde que le dijo que se incorporaría a la escuela naval, no le reprochó nada, pero se abrió un mar entre ellos que nunca consiguieron achicar. Si su padre hubiera sabido que fue él el que sembró la semilla de la mar en él... Sí, cuando, con apenas tres o cuatro años, acudieron a la Base Naval de Las Palmas a visitar el buque escuela Juan Sebastián Elcano. Aquel día de calor, con olor a mar por todos lados, aguardaban en cola, junto al resto de curiosos que querían ver el bergantín. Aún guarda en su memoria la foto que les hizo su madre subiendo una de las escaleras de madera del barco: él, delante; su padre, detrás, con un ancla a su espalda. Eso quedó dormido en su recuerdo, hasta que, ya adolescente, una aburrida tarde se puso a revisar los viejos álbumes y la encontró. Fue verla, y oler a mar, oler a madera, oler a libertad, y ya no pensó en otra cosa que en ser marino.

Hoy, arribarán al mismo puerto, a la misma base naval, y él, junto al comandante, recibirán a las autoridades, para luego dar paso a la visita guiada por el laberinto del barco a los curiosos, que ya, a esta hora, deben estar haciendo cola en el puerto para aprovechar la jornada de puertas abiertas. ¿Quién sabe cuántos futuros marineros plantarán su semilla hoy?

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