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Mostrando entradas de junio, 2023

EL CAMINO

  EL CAMINO ¡Llegó el día! Es temprano, pero no tanto; mañana deberá levantarse mucho antes. Va solo, nunca ha sido así, pero hoy no le acompañan ni su padre ni su madre. Transita del campo a la ciudad para su camino labrar. Desde verano ya sale los fines de semana, en el último año ha ido dos veces de viaje a la península con sus compañeros, pero, aun así, el viaje de hoy es distinto, y lo sabe. En breve subirán muchos de sus antiguos compañeros, algunos, aún amigos, aunque no todos van al mismo lugar. Varios, como él, harán escala en el vetusto edificio, ansiosos por demostrar que pueden hacerse un sitio en ese barco que a la Universidad, les debería llevar. En el fondo, le encantaría saber cuántos le van a acompañar en el mismo camarote, pero no puede elegir con quién estar, a él no le gustaría verse sólo, aunque no lo diga. De todas formas, aprenderá a sortear la dificultad. No sabe bien si está emocionado, entusiasmado, asustado, o provocado. Sea como fuere, no quier

LA CUEVA

  LA CUEVA A falta de media hora para las nueve, transitan juntos por el estrecho camino, el padre delante y él, detrás. En apenas diez minutos, llegan al risco de la hiedra. Allí les espera, junto a un camión, un hombre alto, grueso y calvo, al que, después de saludar efusivamente a su padre, siguen por una vereda tupida de zarzas y codesos. Ya casi en el barranco, se abre una explanada: a la derecha, hay una enorme puerta de hierro en la pared, que abre el guía con dificultad para explicarle al padre el trabajo que ha de realizar. Antes de irse, le dice que volverá por la noche. Su padre le llama, se acerca y entra en shock : el olor era… una mezcla entre humedad, podrido, y aceite de girasol viejo, aderezado por una imagen tenebrosa sustentada por unos tenues bombillos amarillos colgantes, paredes chapoteadas de cemento, y estanterías de hierro oxidado hasta el techo a ambos lados del pasillo central. Sobre cada estante, cañizos que ya pedían la jubilación, y sobre ellos, el te

MÍRATE, MÍRAME, MÍRANOS

  MÍRATE, MÍRAME, MÍRANOS Tiene la mirada fija, sin distracción, no quiere perderse nada. Cada vez que pasa alguien delante, parpadea, minimiza así el tiempo sin ver. Él lo ve, él sabe que: hubo una época en que el respeto primaba, aunque la miseria no te dejara avanzar. Hubo una época en que la palabra dada valía, aunque la ropa estuviera zurcida. Hubo una época en que los hijos respetaban a los padres, aunque fueran severos. Hubo una época en que casi nadie tenía estudios, aunque eso no te impedía trabajar. Hubo una época en que había hambre, aunque sobraba felicidad. Él vivió esa época y la actual. Esta época en que nos invaden las redes sociales, la telebasura y la cultura del minuto, porque: hoy hay estudios, pero no educación. Hoy hay pobreza, pero no miseria. Hoy hay charlatanes, pero no palabra. Hoy hay derechos, pero sin respeto. Hoy los padres hablan, pero los hijos no escuchan. Por eso él sigue mirando el espejo, aunque ni se ve ni se encuentra.

DESDE LA AZOTEA

  DESDE LA AZOTEA No hace tanto que marché, pero ya no soy el mismo. He venido por sorpresa, aunque he preferido quedarme en la fonda antes que ir a mi antigua casa. Lejos quedan los tiempos en que no podía aceptar la invitación a un mísero refresco porque no podía corresponder de igual manera, y hoy me hospedo aquí. He añorado mucho a mi familia, mi pueblo. Llevo media vida en Cuba, aunque apenas han pasado quince años desde que me embarqué. También es una isla, pero no es como vivir aquí. Allí ya hemos sufrido dos guerras: la de los Diez Años y La Chiquita. Sin embargo, he progresado, aunque no en lo que quería. No me ha quedado más que practicar la resignación inteligente ante los límites que me ha deparado el tiempo. Yo nunca soñé ser comerciante. La dejo, y vuela mi imaginación infantil; me lleva al encierro en casa porque no pude caminar hasta los seis años, llegué a llorar al creer que era la maldición por haber nacido en el año del cólera y haber sobrevivido. Después fue di